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¡Apareció un milagro! Del cielo vino una multitud de Diosas celestiales enviadas por Dios, enorme y heroica, todas vestidas de magníficas túnicas blancas adornadas con adornos de oro. Dijeron a Moisés en alta voz: “¡No tengas miedo! ¡Te ayudaremos a cruzar el Mar Rojo y serás testigo de nuestro gran Poder!” Moisés podía verlos y oírlos, y Su corazón se calmó. Caminó hacia el agua poco profunda, y el dobladillo de la “capa divisoria” otorgado a Él por Dios quedó empapado en agua de mar.