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La ley de causa y efecto: historias reales de karma y transformación espiritual, parte 2 de una serie de varias partes

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La ley de causa y efecto – también conocida como karma – es un principio universal que nos enseña que cada pensamiento, palabra y acción pone en marcha una cadena de consecuencias. Nada ocurre por casualidad; todas las experiencias son el fruto de las semillas que hemos sembrado. En esta serie, exploraremos historias reales de vidas transformadas por las lecciones kármicas. Estos relatos revelan cómo la conciencia espiritual, el arrepentimiento y una vida virtuosa pueden elevar el alma y cambiar nuestro futuro.

Un feto es la etapa inicial de la vida humana, un ser en desarrollo que requiere protección y cuidados. Sin embargo, en determinadas circunstancias, una mujer puede decidir poner fin a esta vida que se desarrolla dentro de su cuerpo.

Según el informe Estado de la Población Mundial 2022 del UNFA, casi la mitad de todos los embarazos a nivel mundial – unos 121 millones por año – son involuntarios, con más del 60% de estos acabando en un aborto provocado. La Organización Mundial de la Salud estima que cada año se producen aproximadamente 73 millones de abortos provocados en todo el mundo. Es alarmante que alrededor del 45% de estos abortos son poco seguros, lo que contribuye significativamente a la mortalidad y morbilidad materna.

El aborto puede parecer una solución temporal, pero deja marcas permanentes que nunca se pueden borrar. Para una mujer, el aborto no solo significa acabar con una vida, sino que también crear una herida persistente en el alma. La siguiente historia sirve como recordatorio del arrepentimiento tardío, el precio de las decisiones tomadas y nuestra responsabilidad hacia las vidas de aquellos que aún no han nacido.

Quedé embarazada solo unos meses después de casarme. En aquel entonces, como aún no había comprendido las enseñanzas de Buda y no sabía de los peligros de la retribución kármica, pensé que nuestra situación financiera no era suficientemente estable para criar a un hijo, así que aborté. Más adelante, a medida que nuestro negocio crecía y nuestras finanzas mejoraron, di a luz a tres hijos uno detrás de otro. Pero cuando quedé embarazada del cuarto, no sentí ninguna alegría porque trastornó nuestros planes. Así que opté por abortar de nuevo, cometiendo la misma ofensa una vez más. Más tarde, unos amigos me invitaron al templo, donde tuve la suerte de escuchar las enseñanzas del Dharma. Inspirada, decidí estudiar y practicar el budismo, recitando oraciones de arrepentimiento como parte de mi rutina diaria. A partir de entonces, juré hacer el bien y abstenerme del mal, tal y como Buda enseñó.

Esto marca un punto de inflexión crucial – el momento en que empieza el despertar espiritual. A partir del contacto con las enseñanzas budistas, empezó a comprender la ley de causa y efecto.

Tras reflexionar sobre mí misma, me di cuenta de que había cometido un grave pecado. Los dos abortos que tuve en el pasado me han dejado un remordimiento sin fin. Ahora tengo más de 50 años y el año pasado, durante una revisión médica, el médico me dijo que tenía cáncer de mama. Sé que esto es la retribución – el amargo fruto que ha surgido del karma de quitar las vidas a niños no nacidos. Ahora la única cosa que puedo hacer es aceptarlo con calma. Todos los méritos de mi práctica, los dedico a las inocentes almas no nacidas y por su bien me esfuerzo por hacer buenas obras, rezando para que puedan renacer en un reino bendito. Gracias al estudio de las enseñanzas de Buda y a la bendición de los Budas y Bodhisattvas, aunque tengo cáncer, no sufro tormento o dolor insoportable.

En vez de responder con negación o desesperación al enfrentarse a su enfermedad, aceptó la responsabilidad de sus acciones pasadas y transformó su sufrimiento en compasión. Esto ejemplifica cómo la comprensión espiritual puede convertir incluso las circunstancias más difíciles en oportunidades para crecer y sanar. A continuación comparte la historia de su hermana.

Mi hermana menor Vy, sin embargo, no fue tan afortunada. Su marido trabajaba en el extranjero y aunque ella tenía un trabajo muy bueno, estaba muy ocupada y tenía poco tiempo para cuidar de sus hijos. Cuando quedó embarazada de su segundo hijo, su marido estaba fuera. Como Vy no comprendía las enseñanzas de Buda, no sitió ninguna alegría; en cambio, pensó que este hijo solo traería cargas y preocupaciones y consumiría gran parte de su tiempo. Así que, sin siquiera hablarlo con su marido, le dijo al doctor que no quería tener el niño. Cegada por la ignorancia, Vy cometió la grave ofensa de quitar una vida. Cuando sus bendiciones se acabaron, la desgracia llegó: a la edad de 55 años, fue diagnosticada de cáncer de mama. A pesar de someterse a cirugía, radioterapia, quimioterapia y todos los tratamientos posibles, al final Vy falleció.

Esta trágica comparación ilumina una verdad fundamental sobre el poder del arrepentimiento y la práctica espiritual versus las consecuencias de permanecer en la ignorancia. Ambas hermanas cometieron los mismos actos graves y ambas se enfrentaron a consecuencias kármicas similares con el cáncer de mama. Sin embargo, sus resultados tan diferentes demuestran que nunca es demasiado tarde para que el despertar espiritual y el arrepentimiento transformen nuestro destino.

Oigamos el mensaje final de la mujer en esta historia.

Si hubiera aprendido las enseñanzas de Buda antes, no habría cometido tales pecados, ni habría dejado que mis amigos y familiares los cometieran. He descubierto que ser vegana es verdaderamente beneficioso – ayuda a purificar tanto el cuerpo como la mente y reduce los deseos. Por otro lado, comer carne despierta deseos más intensos, ensucia el cuerpo y dificulta el autocontrol. Lo que quiero decir a todo el mundo es esto: si se quedan embarazadas, nunca – en ninguna circunstancia – deberían abortar. Espero que la misma palabra “aborto” se borre para siempre de este mundo, para que cada niño no nacido tenga la oportunidad de nacer como humano, encontrar las enseñanzas de Buda, cultivar el camino, dejar atrás el sufrimiento y encontrar la verdadera felicidad.

Este sincero testimonio no pretende infundir miedo, sino despertar la compasión y la conciencia. Buda enseñó que quitar la vida, incluso la de un feto, crea profundas deudas kármicas. Reflexionemos ahora sobre las enseñanzas espirituales sobre el aborto y el por qué comprender el karma y el arrepentimiento es tan esencial.

Cuando científicos occidentales preguntaron a Su Santidad el Dalai Lama (pro-veganismo) sobre este tema, Él afirmó: “El budismo mantiene que la conciencia entra en el ser vivo en el mismo momento de la concepción, porque desde el blastocito ya se considera un organismo. Así que, el aborto se ve como quitar la vida a una persona.”

En el Saṃyutta Nikāya (Discursos Conectados), se enseña que renacer como humano es tan raro como la pequeña cantidad de tierra que se adhiere a la uña en comparación con la inmensidad de la Tierra; incontables seres deben renacer fuera del reino humano. Por lo tanto, el aborto se considera perjudicial para la compasión, merma los valores morales y somete a uno a la ley de causa y efecto.

El Sūtra Mahāyāna sobre la longevidad enseña que el crimen de matar a un feto conduce a renacer en el infierno: “Desde arriba, el fuego arde hacia abajo; desde abajo, el fuego se eleva hacia arriba. Por todos lados, paredes de hierro cercan y redes de hierro cubren tanto arriba como abajo. Las cuatro puertas – este, oeste, norte y sur – arden con las llamas intensas de la retribución kármica. El cuerpo de cada malhechor se transforma y se prolonga a lo largo de los ocho mil ciclos del infierno. Serpientes gigantes de hierro escupen fuego venenoso que quema al pecador de forma insoportable. De la boca, los ojos o los oídos brotan llamas feroces que envuelven al pecador durante incontables kalpas. Águilas de hierro desgarran y destrozan la carne, mientras perros de hierro la devoran vorazmente. Los torturadores tienen cabezas de toro y caras de caballo, empuñan armas y gritan con voces atronadoras como tormentas.”

Estas vívidas descripciones de las consecuencias kármicas nos recuerdan la gravedad que conlleva quitar una vida. Reflexionando sobre esto, la Suprema Maestra Ching Hai (vegana) ofrece Su sabiduría sobre cómo podemos responder a situaciones morales tan difíciles.

En el budismo, matar está absolutamente prohibido. En muchos otros “-ismos”, es igual. Solo que en el budismo es más estricto. Y las mujeres que han sido educadas en el budismo reflexionarían más antes de tomar una decisión como el aborto.

Pero ahora, sea cual sea el error que hayan cometido, siempre pueden arrepentirse y rehacer el presente y el futuro para compensarlo. Recuerden, una vez, a Mahatma Gandhi le hicieron una pregunta. Una persona le preguntó que, esa persona había matado a un niño musulmán, por lo que probablemente iría al infierno, ¿qué debería hacer? Entonces Mahatma Gandhi le dijo que podía remediarlo. Puede redimirse a sí mismo adoptando a un niño musulmán y criarlo lo mejor que pueda. Los humanos pueden cometer errores debido a la ignorancia, a situaciones desfavorables, a dificultades económicas, pero siempre podemos redimirnos a nosotros mismos. Compensar el pecado con favores. Hagan lo opuesto. Hagan lo que puedan para borrar los malos recuerdos, el sentimiento de culpa y los errores cometidos. Construyan un mejor futuro a partir de ahora.
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